Dos que se cruzan

Con esta ya van siete las exposiciones que TEA le dedica al artista Óscar Domínguez. Para mí es sólo la tercera, aunque son unas cuantas más las que me "cruzo" con el surrealismo (literal y metafóricamente hablando).
El título de esta muestra se debe al único libro escrito por el pintor canario. Se trata de un cuaderno poético, publicado en 1947 bajo el título Les deux qui se croisent (Los dos que se cruzan), en el que dos personajes coinciden siempre en un mismo lugar a una misma hora: la plaza de la Bastilla, en París, a las cinco y un minuto.
Es curioso que el autor eligiera como punto de encuentro de esta sincronicidad en bucle, el lugar en el que fue instalada la guillotina durante la Revolución Francesa porque, si de algo va el surrealismo, es de 'cortarse la cabeza', es decir: no pensar, no razonar y dejar que el inconsciente se exprese. Y teniendo en cuenta lo aficionados que eran los vanguardistas a las ciencias ocultas y al psicoanálisis, lo de las cinco y un minuto encajaría perfectamente en dos arquetipos del Tarot: El Hierofante o el Papa (V) y el Mago (I). Un pontífice (puente) que canaliza lo divino (información de otras dimensiones, planos, frecuencias, niveles de conciencia…) y un ego (mago), una identidad que juega (o aprende a jugar) con los elementos para alterar realidad con la fuerza de su intención y el poder de su voluntad.
Para muchas personas (incluida mi yo adolescente en clase de Historia del Arte) el surrealismo puede parecer el resultado de "dos (cables) que se cruzan". Sin embargo, fue un movimiento importantísimo porque se planteó muy en serio el papel de la consciencia humana. El escritor francés André Breton elaboró, hace justo ahora cien años, el primer Manifiesto Surrealista. El arte, para los activistas de este movimiento revolucionario, era un acto de mediumnidad, solo que lo que hablaba a través de ellos no era ningún espíritu, sino su propio inconsciente. Lo que no sabían, porque no tenían tecnología con la que imaginar la metáfora, es que ese inconsciente es como un receptor conectado a una gigantesca red cuya fuente principal lleva de cabeza a los científicos del siglo XXI.
Y termino con un apunte poético inspirado en mi nuevo encuentro con mi amigo Óscar: A veces, solo hace falta que se crucen dos, por un instante, para que cambien mil destinos. A veces, una pequeña sincronicidad le da sentido a una vida entera... por muy surrealista que parezca.