Trencadís

03.11.2025


La vida, que sabe más que tú y que yo, te puede romper en mil pedazos. Un día como cualquier otro, te despiertas en una realidad que parece pertenecer a un universo paralelo en el que todo lo poco o lo mucho que lograste construir… se ha desmoronado con una frialdad digna de un comando profesional de la antigua Yugoslavia. 

El terremoto emocional que se te viene encima deja en ridículo la magnitud catastrófica más elevada de cualquier escala logarítmica, incluida la Richter. Te quedas en el suelo un rato, un buen rato, llorando y recogiendo pedacitos de corazón, fractales de vida que no volverán y trozos de memoria triturada en formas imperfectas. 

No hay forma de unir el puzzle. Las piezas no encajan unas con otras. Son demasiado imperfectas. Son un desastre. Te derrumbas de nuevo. Pero un día, simplemente recuerdas. No hay rompecabezas que armar. Tienes un trencadís en potencia esperando a que tomes la suficiente perspectiva, a que ajustes la visión y dejes que la luz atraviese tus grietas. 

Entonces sucede el milagro, no ahí afuera… sucede dentro de ti. El esmalte fundido se convierte en vidrio de color que resplandece a la luz del Sol. No eres un desastre, eres un mosaico modernista valenciano. Tu vida no es un rompecabezas. Es la obra de arte de un corazón indestructible. Detalle del vestíbulo de la Estación del Norte (Valencia), nuestra joya modernista. La combinación de madera y mosaico de trencadís con su típica cerámica esmaltada nos desea cálidamente buen viaje en cada nuevo trayecto. 

(In memoriam: Un año después de la Dana en Valencia)